La casa de Noe Padilla, vista desde la puerta de mi casita alquilada, en Estanzuela, Zacapa (de por medio mi amado y viejo Mercedes ("el abuelo").
A Noe Padilla lo había visto varias veces: saliendo por la mañana para dirigirse a su trabajo regular de maestro, o al atardecer, cuando volvía, y algunas veces, en las primeras horas de la noche, cuando se sentaba en su sala, a la vista de todos los que llegábamos a comprar las ricas granizadas que prepara su esposa Ruby, que también trabaja como maestra. El hombre se sienta allí, con ese aire reservado que proyecta, a leer un libro o a picar las teclas de una máquina de escribir antigua. Alto, flaco, flemático, de rostro amable y de muy agradable trato, Noe, a simple vista, me pareció una persona interesante. Nos saludábamos de intercambio: “buenos días, buenas tardes, ¿Cómo le va?” Hasta que una noche el terrible calor de la apacible Estanzuela me hizo olvidar la diabetes y cruzar la callejuela empedrada para comprar una de esas deliciosas granizadas y aprovechar la oportunidad para agradecer el par de libros que, días antes, cuando mi esposa llegó a Estanzuela para visitarme en mi exilio laboral, Rubý y Noe le obsequiaron. Uno de los libros se titulaba “El pintor misterioso y otros cuentos” y el nombre del otro libro no le recuerdo exactamente, pero consistía en una reseña histórica de la nacionalmente famosa “Asociación de escritores y contadores de cuentos de Estanzuela”, Ambos escritos por puño y letra de Noe.
Debo decir que, con mucha curiosidad, leí “El pintor misterioso y otros cuentos”, que, como su nombre lo indica, es una recopilación de cuentos breves cuyo marco referencial es la gente, los campos, las aldeas, los pueblos y el costumbrismo de las pequeñas comunidades del interior de Guatemala. Encontré los relatos de Noe deliciosamente saturados de un sabor a campo, a río, a montaña, a gente de mi tierra; con sus sufrimientos, sus alegrías y con la dicha que tenemos, todos nosotros, de vivir fusionados con el paisaje incomparable de este país maravilloso. Los cuentos que integran este libro escrito por Noe (uno de muchos) han sido ampliamente galardonados en diversos eventos literarios que se desarrollan en Guatemala. Las historias (mitad realidad, mitad ficción) poseen un carácter único, y son, como debe ser la buena literatura, “grandes cosas escritas con palabras sencillas”, su contenido, moral y reflexivo es enorme, y los sentimientos que despiertan sus líneas dan paso a las más bellas emociones.
Debo decir que, con mucha curiosidad, leí “El pintor misterioso y otros cuentos”, que, como su nombre lo indica, es una recopilación de cuentos breves cuyo marco referencial es la gente, los campos, las aldeas, los pueblos y el costumbrismo de las pequeñas comunidades del interior de Guatemala. Encontré los relatos de Noe deliciosamente saturados de un sabor a campo, a río, a montaña, a gente de mi tierra; con sus sufrimientos, sus alegrías y con la dicha que tenemos, todos nosotros, de vivir fusionados con el paisaje incomparable de este país maravilloso. Los cuentos que integran este libro escrito por Noe (uno de muchos) han sido ampliamente galardonados en diversos eventos literarios que se desarrollan en Guatemala. Las historias (mitad realidad, mitad ficción) poseen un carácter único, y son, como debe ser la buena literatura, “grandes cosas escritas con palabras sencillas”, su contenido, moral y reflexivo es enorme, y los sentimientos que despiertan sus líneas dan paso a las más bellas emociones.
En unos minutos estaré trepando a mi cansado automóvil para dirigirme a Estanzuela, donde estaré uno o dos días. Cuando logre llegar (en tres horas, aproximadamente), después de dejar la maleta sobre el sillón, cruzaré nuevamente esa callejuela empedrada para tomar una granizada de las que prepara doña Ruby, y para saludar a mi vecino, el escritor, y pedirle encarecidamente que me haga el honor de autografiar el ejemplar que me obsequió de “El pintor misterioso y otros cuentos”.