sábado, 10 de mayo de 2008

OBSTINACIÓN



El épico ejercicio de la conquista romántica nunca fue tan arduo para mÍ como cuando decidí conquistar a esa mujer. Pensé que iba a ser cosa fácil, pero me tomó tres meses de asedió a los que sumé a una declaración de amor y dos apelaciones que obtuvieron por respuestas un “déjeme pensarlo unos días”, un “todavía no” y un “déme un poco más de tiempo”, que casi me llevan a la renunciación.

Ella era temperamental e indómita; tenía un rostro precioso y el cabello negro y largo más bello que he visto en la vida.... pero eran sus ojos color marrón los que, a pesar de su mirada insolente, me hicieron perderme en la poesía con que el creador dibujó a la mujer.

Su ansiado “Sí” transformo mi cumpleaños (15 de mayo, hace ya 32 años) en uno de los más gratos que recuerdo, pero nuestro romance no sobrevivió a la guerra que libramos como un par de testarudos que nunca supo ponderar el amor, porque nuestros encuentros casi siempre fueron eso: ahogar el amor en orgullo y tragarlo sin mostrar dolor. Si no fuera por el recuerdo de su olor a lluvia y el de la electricidad que creábamos con el roce de nuestras manos, o el del fuego que surgía entre nosotros con la simple proximidad del beso, no sería capaz de comprender el sinsentido con que ambos arropamos ese sentimiento insufrible que tan obstinadamente quisimos llamar amor.


“El hombre es celoso si ama; la mujer también, aunque no ame”. –Kant-