Se acerca el momento de abandonar este refugio en el que he vivido por “la mitad de un tiempo”; sus muros y ventanas, el tejado enduelado y el árbol que lo acaricia cuando el viento sopla, se aferrarán a mis recuerdos e impedirán el olvido. Al salir por su puerta para nunca volver, en sus rincones dejaré mis noches de fútiles pensamientos; en su techo, mi mirada seguirá perdida, y en su silencio sonarán para siempre mis canciones tristes. Aquí dejaré olvidadas las palabras que ya no pronunciaré, y enterraré esas letras que nunca volverán a ser leídas.
En este campo de batalla, me enfrenté a gigantes; luche contra todo y contra mi mismo: lloré, reí, odié, amé....... vencí; encontré un horizonte sobre el que brilla una pequeña estrella......y .me transformé en otro para cambiar mi destino. No sé a qué lugares me llevará el tiempo, tampoco sé lo que he de encontrar en ellos, pero sé que serán diferentes, inevitablemente mejores que ese laberinto terrible del que, al fin, con la ayuda de Dios he salido.
Atrás quedarán esa callejuela empedrada y mis nuevos amigos. Atrás quedaran el orden excesivo que, en mis ratos obsesos, solía imponerme, y el desorden extremo en que resultaba viviendo cuando me sentía abatido. Invisibles, diseminadas por todas partes, quedarán, también, las perversas armas de mis enemigos: dolor, tristeza, añoranza y melancolía, y los cuerpos inertes de los formidables guerreros que, contra mi, las esgrimían: soledades, historias lacerantes, desamores y “la otra mitad de amanecer que no alumbro jamás”. El devenir me trajo hasta este lugar para que viviera y sufriera un proceso oscuro y convulso, pero hoy, ha enderezado mis pasos para llevarme en una dirección diferente. Es hora, ya, de empezar a vivir lo que me resta de vida.
Gustavo Abril
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